Hola: ES EXCLUSIVO DE LA RELIGION Y PODRIA DECIRSE QUE DE LA CATOLICA, EL QUE PEQUE CONTRA EL ESPIRITU SANTO SE CONDENARA,
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Dogma católico es que el Espíritu Santo es Dios, es decir, una persona divina, consubstancial con el Padre y el Hijo, procedente de ambos como de un solo principio, por vía de espiración.
Negaron indirectamente ese dogma cuantos negaron el dogma trinitario de que es parte: los monarquianos y los triteítas. Los monarquianos [280] confundieron las personas, negaron su trinidad, afirmando que Dios, persona única, se dice Padre porque es ingénito y crea, Hijo porque se encarnó y salva, Espíritu Santo porque santifica las almas, al modo que el sol, con ser uno, recibe, varios nombres según que puede producir, iluminar, calentar las cosas sublunares. Afines a éstos eran los subordinacionistas, por defender que el Hijo es inferior al Padre, aunque superior a las más excelsas criaturas. Si todos estos herejes confundieron las divinas personas, los triteítas separaron o rompieron su unidad, sosteniendo que las tres personas son tres esencias distintas y aun diversas. Describir el monarquinismo y el triteismo en sus matices y en sus vicisitudes no pertenece a este artículo. V. Trinidad.
El dogma del Espíritu Santo le negaron directamente los neumatómacos, que no titubearon en sostener que el Espíritu Santo no es Dios, sino ministro suyo, más alto que los ángeles en grado, que no en naturaleza. Esta herejía, bosquejada ya por Arrio y Eunomio, emerge de la sombra y aparece en fórmulas precisas por los años, 359-360, a juzgar por las cartas de san Atanasio al obispo Serapión. Por entonces, o acaso un poco antes, la adoptaron muchos semiarrianos y la extendieron por Constantinopla, Tracia, Bitinia, Helesponto y provincias limítrofes. Fue uno de sus jefes el obispo de Nicomedia, Maratón, discípulo del de Constantinopla, Macedonio, que, en sentir de la mayoría de los historiadores, fue su principal mantenedor. El primer Concilio ecuménico de Constantinopla anatematizó esa herejía en 381. Recordemos también que desde Focio niegan, en parte, este dogma los cismáticos griegos, pues, aunque confiesan que el Espíritu Santo es Dios como el Padre y el Hijo, dicen que de aquél sólo procede, no del último.
De donde podemos concluir que el Espíritu Santo es una persona que posee la misma naturaleza que el Padre y el Hijo.
Ese dogma lo confirma y esclarece la tradición cristiana, señalando al mismo tiempo las fases por que pasó su desarrollo. Aunque los escritores antenicenos hablaron más de las operaciones del Espíritu Santo que de su persona, no discutida por entonces, nos dan, con todo, alrededor de ella muy graves testimonios. De los Padres apostólicos, san Clemente de Roma en su Epístola a los Corintios pone dos fórmulas trinitarias que condensan todo su sentir en este punto. «No tenemos sino un Dios, un Cristo, un Espíritu de gracia en nosotros» (XLVI, 6). No menos significativa es esta: «Vive Dios, y vive el Señor Jesucristo y el Espíritu Santo, fe y esperanza de los elegidos, que...» (LVIII, 2). Si la comparásemos con la fórmula vive el Señor, tan común en el Antiguo Testamento, notaremos que san Clemente reconoce que son Señor por igual el Padre y Jesucristo y el Espíritu Santo y testigos por igual adorables. San Policarpo, según el Martyrium, acabó una oración por esta doxología trinitaria: «Señor Dios todopoderoso,.... yo te alabo, te bendigo, te glorifico por el eterno y celestial pontífice Jesucristo, tu bien amado Hijo, por quien a ti, con él y con el Espíritu Santo, gloria ahora y para siempre» (XIV, 3). De los apologistas, san Teófilo de Antioquía, en su Ad Autolycum libri tres, dice que los términos Dios, Logos, Sabiduría o Espíritu, Santo, que enumeró en varios pasajes, forman una trinidad (II, 15). Más diáfano que él es Atenágoras, el cual escribe: «El Padre y el Hijo no son más que uno: el Hijo está en el Padre, el Padre en el Hijo en la unidad y la potencia del Espíritu. ¿Quién, pues, no se pasmará de oírnos llamar ateos a nosotros que confesamos un Dios Padre, un Dios Hijo, un Espíritu Santo, explicando su poder en la unidad y su distinción en el orden?» (Supplicatio pro christianis, 10). Por no alargar la serie, digamos sólo que Tertuliano, en su Adversus Praxeam, que escribió ya montanista, afirma, y defiende como ningún escritor anteniceno la divinidad y las excelsitudes del Paráclito
http://www.filosofia.org/enc/eui/e220279...
SALUDOS.