El pasaje se encuentra en Josué 10: 6 al 15. Te lo escribo a continuación:
6 En esto, los hombres de Gabaón mandaron a decir a Josué, al campamento en Guilgal: “No dejes aflojar tu mano de con tus esclavos. Sube a nosotros rápidamente y de veras sálvanos y ayúdanos, porque todos los reyes de los amorreos que habitan la región montañosa se han juntado contra nosotros”. 7 De modo que Josué subió de Guilgal, él y toda la gente de guerra con él, y todos los hombres valientes y poderosos.
8 Entonces Jehová dijo a Josué: “No les tengas miedo, porque en tu mano los he dado. Ni un solo hombre de ellos se mantendrá en pie contra ti”. 9 Y Josué procedió a ir contra ellos por sorpresa. Durante toda la noche había subido de Guilgal. 10 Y Jehová fue poniéndolos en confusión delante de Israel, y empezaron a derribarlos con gran matanza en Gabaón y fueron persiguiéndolos por vía de la subida de Bet-horón y derribándolos hasta Azeqá y Maquedá. 11 Y aconteció que, mientras iban huyendo de delante de Israel y estaban en la bajada de Bet-horón, Jehová arrojó sobre ellos grandes piedras desde los cielos hasta Azeqá, de modo que murieron. Fueron más los que murieron debido a las piedras de granizo que los que los hijos de Israel mataron a espada.
12 Fue entonces cuando Josué procedió a hablar a Jehová en el día que Jehová abandonó a los amorreos en manos de los hijos de Israel, y pasó a decir ante los ojos de Israel:
“Sol, tente inmóvil sobre Gabaón,
y, luna, sobre la llanura baja de Ayalón”.
13 En conformidad, el sol se quedó inmóvil, y la luna de veras se paró, hasta que la nación pudo vengarse de sus enemigos. ¿No está escrito en el libro de Jasar? Y el sol se quedó parado en medio de los cielos y no se apresuró a ponerse por más o menos un día entero. 14 Y ningún día ha resultado ser como aquel, ni antes de él ni después de él, por el hecho de que Jehová escuchó la voz de un hombre, porque Jehová mismo estaba peleando por Israel.
15 Después de aquello, Josué, y con él todo Israel, volvió al campamento de Guilgal.
Los hombres de ciencia creen en la relación ‘causa-efecto’; consideran que para todo existe una explicación completamente natural”, dice una enciclopedia contemporánea. Los estudiantes de la Biblia también aceptan los principios demostrados por la ciencia. No obstante, reconocen que la Biblia a menudo narra sucesos milagrosos que el conocimiento científico actual no explica, como, por ejemplo, la detención del Sol en los días de Josué o el hecho de que Jesús caminara sobre las aguas. (Josué 10:12, 13; Mateo 14:23-34.) Dichos milagros, sin embargo, se presentan como producto de la actuación sobrenatural del poder de Dios.
Este punto reviste crucial importancia. Si la Biblia aseverara que la gente puede caminar sobre el agua sin intervención divina, o que el movimiento aparente del Sol en el cielo puede interrumpirse sin ningún motivo, parecería contradecir los hechos científicos. Pero al atribuir tales sucesos al poder de Dios, más que contradecir a la ciencia, lo que hace es llevar los asuntos a un plano que excede a la comprensión de esta