Textos de y sobre Rodolfo Walsh
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NESTOR KOHAN
Rodolfo Jorge Walsh (1927-1977) no tuvo suerte. Sin embargo, sobreponiéndose a la "fatalidad" de su destino (el mismo destino de todos los indisciplinados, los herejes y los heterodoxos) Walsh sigue siendo un arquetipo y un paradigma intelectual y político para muchos jóvenes que recién nacían cuando un grupo de tareas de la dictadura militar lo emboscó y lo asesinó salvajemente. Pero no es un paradigma cómodo, inofensivo y tranquilizador.
Militante político entre los escritores y periodistas, escritor y periodista entre los militantes, Walsh se ocupó de descentrar y desbordar todo lugar cristalizado por la política y por la cultura oficiales en la Argentina. Su obra (que abarca desde 1950 hasta 1977) y su actividad militante atraviesan los lugares y los "oficios" más inesperados. Walsh fue desde estudiante de Letras en la UBA (sin recibirse nunca) hasta corrector de pruebas de imprenta de la editorial Hachette; desde traductor (de V. Canning, E. Queen y W. Irish en Buenos Aires y Sartre y Simone de Beauvoir en La Habana) hasta criptógrafo en Cuba; desde devoto admirador de Borges (en su juventud) hasta cofundador junto a J. R. Masetti, G. García Márquez, R. García Lupo y otros de la agencia de noticias Prensa Latina; desde autor de obras de teatro y director del periódico de la CGT de los argentinos hasta fundador del diario Noticias; desde vendedor de antigüedades hasta militante de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) y oficial de inteligencia de la insurgencia montonera.
El libro organizado por Jorge Lafforgue se hace inteligentemente cargo de esa diversidad, aun cuando termine destacando la veta literaria por sobre las demás. Esta iniciativa editorial nació originalmente a modo de homenaje a inicios de los años 90 como un número especial de la revista Nuevo Texto Crítico publicada en Stanford, bajo el impulso de Jorge Ruffinelli. Su origen es, entonces, netamente académico, pero de ningún modo cae presa de la "neutralidad" asfixiante que la Academia imprime habitualmente a sus publicaciones. Por el contrario, incluye una importante gama de estudios críticos sobre la obra narrativa de Walsh (de Roberto Ferro, Martín Kohan, John Kraniauskas, Pablo Alabarces, entre otros), una biografía y una bibliografía confeccionadas por el mismo Lafforgue, además de incorporar evocaciones de Eduardo Galeano, David Viñas y Ricardo Piglia, entre otros. A eso se suma una selección de diez textos de Walsh que no forman parte de los ocho libros que el autor de Operación masacre publicó en vida.
Si bien los trabajos incorporados intentan abarcar con notable lucidez el conjunto de su trayectoria, un flanco, centralmente político, permanece abierto: la polémica de Walsh con aquellos oscuros personajes, autotitulados "comandantes", quienes habrían sido informantes —según demostró Martín Andersen en Dossier secreto (1993)— del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército. Justo en la misma época en que Walsh organizaba una campaña de contrainformación frente a la censura oficial de los militares. Muchas de esas discrepancias ideológicas quizá se expliquen por la posición de Walsh quien se autodefinió en ese terreno diciendo: "He tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda" así como también "tengo que decir que soy marxista, pero un mal marxista porque leo muy poco; no tengo tiempo para formarme ideológicamente". Confesiones que ilustran de manera clara las distancias con aquella cúpula mucho más cercana al nacionalismo a secas que al marxismo.
A partir de la lectura de este libro emocionante e inteligente, dos interrogantes por ahora sin respuesta siguen inquietando al lector actual: más allá de homenajes —necesarios y valiosos— ¿habrá alguien que retome su herencia sin nostalgias complacientes, invocaciones autolegitimadoras ni revivals mercantiles? ¿Quién ocupa hoy en la cultura argentina el lugar y la función crítica que el asesinato de Walsh dejó vacante?